viernes, 22 de julio de 2011

Él juró poner a su nombre la gravedad.








Consiguió volverse ligero y arder, diluir la losa que cubre sus tímpanos, y escuchar, y escuchar su voz tan limpia que duele.
Él juró poner a su nombre la gravedad, suspender los posos del aire entre sábanas, y olvidar, y olvidar su voz tan frágil como el sudor.
Dicen que fue el calor lo que hizo del pulso su piel. Yo sé que fue su voz y la historia de aquella mujer.
Consiguió volverse ligero y arder con él, prendió la maleza como un retal, la pizca del polvo que tiembla.
Y encender su voz fue todo lo que pidió, encender su voz. 

1 comentario:

  1. PReeeciosa entrada, preciosas fotos, uun saludo gigante, estoy enamorada de este blog !

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